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QUE EL SOLAR DEL EDIFICIO DE LOS MAESTROS, SE DESTINE A LA CREACION DE UN PARQUE PUBLICO, CON DOS PLANTAS DE APARCAMIENTOS SUBTERRANEOS.

martes, 1 de septiembre de 2009

MI ROTA Y SU MOLINO -Juan M. Laynez Ramírez-

Si ya me siento afortunado de ser roteño, he de reconocer que ésta mi Barriada, me dejará marcado para el resto de mi vida, ya que han sido casi tres décadas durante las cuales ha estado mi residencia, mi familia casi al completo, mis amigos, y sin más rodeo... donde ha transcurrido mi día a día.

Tres décadas que han ido acumulando muchísimos gratos recuerdos desde que nos cambiásemos a una mejor vida, tras venirnos de la Calle Castelar donde vivíamos en una casa de vecinos con letrina compartida, un grifo para todos los vecinos, un dormitorio donde sólo había hueco para mi cama, etc. y pasar de sopetón a una casa con bañera, con agua caliente, sofás, habitaciones más amplias... Vamos ¡todo un lujo! Y estoy hablando del año 1975.

El solar de la Calle Carlos III se lo compraron mi padre y mis tíos a los Cachorros y por aquel entonces todavía había mucha superficie sin construir. Sobre todo por las calles Corazón de Jesús, Doctor Fléming y Amapolas, hasta la Huerta Bernal. Los pisos de SAFER estaban por acabar, ya que incluso recuerdo la inauguración del Bar los Siete. Unos terrenos que poco a poco se fueron rellenando de casas que con el esfuerzo también de sus propietarios, fueron buscando su rinconcito entre los huecos que iban quedando y que hoy en día conforma esta entrañable barriada.

Son gratos los recuerdos de las verbenas populares veraniegas, donde todos los vecinos, que en definitiva eran muchos amigos los que se juntaban para organizarlas, montaban su escenario para ofrecer actuaciones amenas y hacer partícipes a todos de una fiesta vecinal con la quema de Juanillos, y donde se organizaban hasta competiciones de fútbito, carreras de sacos, etc. Por tener, llegamos incluso a tener un año la feria de la Urta instalada en las inmediaciones del Picobarro.

Muchos recuerdos de personas que vivieron y que están en la mente de todos como Expedito el Fontanero, El Nene, El Vequio, Juan y Ana Mindundi, Sabina, Andrés el “Serranito” que estaba de conserje en el Castillo, Ramito el padre de Juan Ramos, y otros tantos que como Andrés el de las Burras, que tenía su pequeño huertecito justo en el barranco y que hicieron del Molino un lugar donde te podías reunir con buena gente y pasar un rato agradable.

Habré dejado de nombrar muchísima buena gente merecedora de ser recordada, pero no es mi intención sólo resaltar de forma particular a ciertas personas sino a todo un grupo de vecinos que con su esfuerzo supieron levantar estos terrenos hasta convertirlos en un lugar muy digno para vivir.

Quien contemple fotos de antaño, le traerá añoranza de un tiempo vivido mientras que sin darnos cuentas, han ido pasando los años y la barriada se ha ido transformando en lo que es hoy en día, y que supo superarse para pasar de ser el “lado oscuro” de la costa roteña, a ser una parte de ese “Balcón al Mar” que es nuestra querida Villa de Rota .

Muchos vecinos aún recordarán la batalla que hubo que librar para que se pudiera hacer la bajada a la playa del Chorrillo, y lo poco que duró. Ya más reciente las tiendas como la frutería de “La Tiesa”, o la tienda de Amalia, la confitería de Mati, el videoclub de Pineda, el taller de Cubiles y el del Papi, el bar de Escalita, el del Kay o el de Pacorro, el depósito de Puyana, la tienda de materiales de Enrique Caridad, etc. Teníamos de todo nada más que andando dos pasos.

Y como los tiempos cambian, pues ahora son otros los proyectos que se persiguen para que este bello rincón roteño siga teniendo el encanto que tantísimo y esfuerzo ha costado levantar. ¡Rota sin su Molino, no sería lo mismo!